Las finas caricaturas de Joseph Stalin y Babe Ruth mantienen cercanía con las de Agustín Lara y Justo Sierra. Las estampas de bailarines y músicos, llenas de movimiento y euforia, conviven con otras figuras sociales, como las extintas telefonistas o un obrero que alza la mano izquierda, en un gesto que parece anunciar el inicio de una huelga. La gráfica enfocada a capturar momentos de la vida popular mexicana tiene la misma predominancia que las ilustraciones hechas para revistas internacionales. La exposición Miguel Covarrubias. Una mirada sin fronteras, albergada en el Palacio de Iturbide, se conforma de estas relaciones insospechadas, que no delatan contradicciones museográficas o falta de cohesión, sino que son, más bien, el retrato de la primera mitad del siglo XX visto por uno de los artistas fundamentales de la plástica mexicana.
Hijo de una familia de clase media alta, Miguel Covarrubias (1904-1957) aprendió dibujo bajo la enseñanza de José, su padre, quien ocupó cargos directivos en Correos de México y la Lotería Nacional. Miguel comenzó a trabajar desde muy temprana edad en redacciones periodísticas como delineador de dibujos, actividad que lo llevó a incursionar en la vida cultural de la capital. Ahí, trató con personajes como Ernesto “El Chango” García Cabral, José Clemente Orozco y Diego Rivera.
En 1923 viajó a Nueva York, donde concibió lo mejor de su producción en diseño editorial, para revistas como Vogue y Vanity Fair. Retrató la bullente vida nocturna del barrio de Harlem, de donde surgieron personajes fundamentales de la literatura afroamericana, como el poeta Langston Hughes. En esos años, el también apodado “Chamaco” diseñó una portada para un libro de Hughes titulado The Weary Blues (1926).EnNueva York, Covarrubias conoció a la que sería su esposa, la bailarina Rosa Rolando.
En la década de los treinta, Covarrubias viajó a China y a Bali. En la isla adquirió piezas de arte autóctono, que incorporó los motivos visuales del arte asiático y que tuvo como resultado el libro Isla de Bali, publicado en 1937 con fotografías de Rosa Rolando. Ya en los años cuarenta, Covarrubias se vuelca al estudio de las artes indígenas americanas, labor que activó una importante veta de coleccionista: su acervo es resguardado por el Museo Nacional de Antropología.
¿Qué significan estas facetas, más allá de delimitar el trayecto vital del artista? Organizada en catorce núcleos, Miguel Covarrubias. Una mirada sin fronteras constituye una revisión retrospectiva de la labor plástica del “Chamaco”, aunque la propuesta curatorial, a cargo de Sergio Raúl Arroyo y Anahí Luna Velasco, amplía el discurso biográfico habitual en este tipo de exposiciones. La vida y obra de Miguel Covarrubias están en un diálogo implícito con las inquietudes culturales y artísticas que trascendieron regiones y se volvieron posturas estéticas transcontinentales. Miguel Covarrubias fue un artista global.
Las vanguardias europeas de la década de los veinte también colocaron su mirada sobre el arte africano y oriental. Esta actitud permeó en la literatura. El arte no occidental fue valorado a partir de la búsqueda de una nueva poética, pero también del interés científico por otras culturas. La etnografía y el arte buscaron ocupar el mismo sitio. Como lo ha señalado Sergio Raúl Arroyo, en 1921, Adolfo Best Maugard ilustró el Álbum de colecciones arquelógicas, elaborado por los antropólogos Franz Boas y Manuel Gamio. Best Maugard fue quien recibió a Covarrubias en Nueva York, ciudad en la que también se encontraba el escritor José Juan Tablada. A la par de obras como Li-Po y otros poemas (1920), cuya estética japonesa es hasta hoy conocida y muy estimada, Tablada también buscó legitimar el arte indígena en libros como Historia del arte en México (1920). Asimismo, en los años treinta, escritores como Miguel Ángel Asturias con sus Leyendas de Guatemala (1930) y Lydia Cabrera con los Cuentos negros de Cuba (1936), emprendieron la recopilación y reescritura de relatos, en ese momento apreciados como “folclor”. Otros artistas viajaron a Oriente o al continente africano: entre otros ejemplos, se puede mencionar la visita del pintor Paul Klee a Egipto, realizada en 1928, o el traslado del escritor argentino Roberto Arlt a África en 1935.
Etnografía y arte, viajes y estudios de otras culturas. Estas conexiones le muestran al espectador de Miguel Covarrubias. Una mirada sin fronteras el panorama cultural de alcances mundiales del que nuestro pintor formó parte. En el siglo en el que trabajó el “Chamaco”, los lenguajes estéticos asimilaron las estrategias de lo que en ese momento se consideraban las “artes populares”, creando un espacio de tensión entre la tradición y lo que se pensaba que necesitaba ser “rescatado” o “revalorado”: los castillos de cohetes, el bolero, la vida en las calles. De ahí que los géneros explorados por el artista provengan de lo “alto” y lo “bajo”. Covarrubias trató con la misma seriedad la composición académica en el lienzo que la caricatura o la ilustración editorial. De igual manera, el siglo XX expandió los límites geográficos para la labor artística, lo que hizo que los meridianos culturales se reformularan. Dejó de pesar el “viejo continente” europeo, y el Oriente y Estados Unidos asumieron protagonismo.
Dicho reacomodo tiene su consecuencia en la obra La flora y fauna del Pacífico (1938), un mapa mural que recibe al espectador. Se trata de una pieza radicalmente política y visualmente encantadora. A decir de la hoja de sala, Miguel Covarrubias la produjo para el pabellón principal de la Golden International Exposition en San Francisco, que conmemoraba la construcción del puente Golden Gate y anunciaba la expansión de Estados Unidos hacia el Pacífico. El gesto del “Chamaco” para la elaboración de su cartografía fue colocar al Pacífico en el centro de su composición, borrando a Europa. Así, “la cuenca” se sitúa “como un espacio dinámico e históricamente interconectado.” El espectador puede identificar detalladamente dónde se encuentran los canguros y los monos araña mediante ilustraciones enciclopédicas, en la misma medida en la que imagina una “geopolítica alternativa”, un nuevo escenario para el diálogo y el intercambio. El mapa La flora y fauna del Pacífico está rodeado de aquella iconografía que definió al arte de Covarrubias: Freud, el comunismo, el jazz; un mosaico de lo que fue el siglo XX, diverso y complejo, humorístico aunque no carente de las cruentas problemáticas que lo marcaron. ~
Miguel Covarrubias. Una mirada sin fronteras puede verse hasta el 21 de septiembre de 2025 en el Palacio de Cultura Banamex – Palacio de Iturbide, Ciudad de México.