“México canta” mientras la violencia sigue

El certamen “México canta. Por la paz y contra las adicciones” forma parte de una lista de iniciativas ya olvidadas, que le exigen a la cultura lo que no es su función.
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Claudia Sheinbaum Pardo piensa que la violencia y el consumo de drogas pueden combatirse con un certamen musical dirigido a jóvenes mexicanos y mexicoamericanos, quienes con sus composiciones celebrarán la paz y pondrán un alto al consumo de estupefacientes. Lanza así “México canta. Por la paz y contra las adicciones”, para que los entusiastas concursantes se inscriban del 28 de abril al 30 de mayo a la competición y, el 5 de octubre, sepamos en la “gran final” el nombre de los ganadores, en una ceremonia que se realizará en la ciudad de Durango.

Existe la percepción de que Sheinbaum, sin decirlo con la debida franqueza, intenta darle un viraje al fracasado combate al narcotráfico de su antecesor, que se basaba en la creencia de que bastaba “combatir las causas” –la pobreza, aunque nunca se demostró la relación causal– y que las mamás de los criminales los amonestasen por sus conductas indebidas para que se portaran bien –asunto sobre lo cual no hay registro ni del INEGI ni los Siervos de la Nación. Lo cierto es que está por probarse si la entrega de 29 narcotraficantes a Estados Unidos, más algunos decomisos y enfrentamientos, son un cambio en realidad. Más bien, el certamen musical aportará su contribución de fracasos musicales a las pilas de muertos, la lista de desaparecidos, las fosas clandestinas y los campos de exterminio.

Se discutirá si Durango es el municipio adecuado para un evento de tal envergadura o si más bien debió haberse seleccionado alguno otro donde lluevan balazos de verdad –por ejemplo, alguno en Sinaloa, estado donde los homicidios dolosos aumentaron 224% en el primer trimestre del año–, para así probar la eficacia del certamen. ¿Es que acaso Sheinbaum Pardo duda que los grandes éxitos que surgirán de “México canta” 2025 –demos por descontado que esta es apenas la primera edición y se volverá uno de los proyectos “insignia” del segundo sótano– se conviertan en clásicos instantáneos de la música nacional, luego de haber apaciguado con sus letras y melodías los estruendos de los AK 47 y colmado de paz los corazones del pueblo sabio y bueno?

Es previsible que las composiciones galardonadas no trasciendan más allá de la radio y televisión estatales y los tiempos oficiales de las empresas privadas, y que tan solo sirvan de relleno para la programación del Centro Cultural Los Pinos, el Festival Internacional Cervantino y el evento “Yo tengo un sueño” del Auditorio Nacional. Y dado que lo mismo se ocupan de puertos, aduanas, aeropuertos y trenes, entre otros menesteres, es probable que las bandas del Ejército y la Marina lleven a cabo las adaptaciones correspondientes para las variopintas ceremonias de la Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas, y la composición ganadora se entone el 15 de septiembre desde el balcón de Palacio Nacional.

Sheinbaum y la secretaria de Cultura federal no se inmutan o ignoran u olvidan los dos fiascos de la política cultural de AMLO-Alejandra Frausto que buscaban alcanzar alguna clase de repercusión social (hubo más fiascos, aunque de otra índole). Uno fue el Programa Cultura Comunitaria, que prometió abarcar tan solo en 2019 los más de 700 municipios más violentos, y para 2024 llegaba solo arriba de 300 que no cumplían necesariamente con ese perfil. El otro, los folletines Vientos del pueblo, emblema de la campaña del libro y la lectura de Taibo II, director del FCE, dado además a malbaratar y regalar libros sin ton ni son, asimismo fracasó, cómo se concluye del reporte 2024 del Módulo de Lectura del INEGI, que encontró que los índices de lectura de finales del sexenio precedente se desplomaron a los de principios de siglo.

En la historia del México moderno abundan los promocionales, públicos y privados, que se han ocupado del combate a las adicciones. “Di no a las drogas” dio origen a una graciosa ocurrencia que trasciende generaciones. “Primer acto: está Dino [el dinosaurio de Los Picapiedra] fumando mariguana. Segundo acto: está Dino inhalando cocaína. Tercer acto: está Dino inyectándose heroína. ¿Cómo se llamó la obra? Dino a las drogas.” Por cierto, la frase “dile no a las drogas” es de Richard Nixon. La interrogante, así, se impone: ¿por qué exigirle a la cultura lo que no es su función?

La cultura son modos de vida, la crítica y autocrítica de sí y de su entorno, épocas que se trascienden a sí mismas y se entremezclan con las que les sucederán, las que a su vez las tomarán como punto de inicio o punto de ruptura. La cultura no regula acuerdos comerciales –suele, al contrario, convertirse en una presencia incómoda si algún gobierno le dedica atención–, ni orienta políticas de seguridad pública. Acaso, solo si se enraiza desde la familia y la educación básica, pudiera dar sustento a la convivencia social –aunque no necesariamente, pues dependerá de las propias culturas y mentalidades de unos y otros pueblos.

En América Latina, México no ha sido el único país que ha intentado a lo largo de medio siglo encarar el desafío de manera integral. La sucesión de los fracasos es incuestionable, como la nula relevancia de la cultura. Si forzamos las cosas, algunos avances, de carácter coyuntural, se habrían logrado en Bolivia, al otorgarles a los campesinos el cultivo de la coca como “planta ancestral”, aunque no como una propuesta cultural. La UNESCO, no es novedad, le da la vuelta al tema. No tiene una “iniciativa directa”, pero la protección del patrimonio cultural “contribuye indirectamente” a la lucha contra los estupefacientes, “puesto que el mercado negro de piezas puede ser utilizado para financiar el narcotráfico”. Nada más.

“México canta” se promueve con un videoclip que resalta el folclor nacional a la manera del rancio echeverriato de los 70, del cual hizo eco la televisión privada durante varios sexenios. De tal modo, el certamen, su spot y convocatoria borran más de 35 años de expresiones culturales y artísticas mexicanas, desde populares hasta clásicas, de distintas generaciones y sectores sociales, que han adquirido relevancia en México y en el exterior. Ello fomenta, por sí aún hiciera falta, el Mexican curious del entonces partido hegemónico, el PRI, al cual se asocia –y con tanta razón– a Morena, el partido movimiento hegemónico actual. La secretaria Curiel tiene 45 años. ¿No está al tanto de lo sucedido con la cultura de México durante los últimos siete lustros de su existencia?

Secretaria de Estado al servicio de una ideología, Curiel hace lo que se espera de ella en estas circunstancias, por convicción, mimetismo o conveniencia. En su explícita condena a los corridos tumbados como apología de la violencia y el narcotráfico, no se inmuta, ignora u olvida que como género musical el corrido ha dejado registro, como parte de su vocación, de la historia cotidiana de México, como los inspirados en la Revolución y en cuyas letras se hablaba no de abrazos sino de balazos. En un reportaje reciente de El Universal, expertos lo expresan con claridad: los narcocorridos son reflejo cultural de la realidad actual y al combatirlos no se combate al narcotráfico. El narcocorrido, además, domina las plataformas de reproducción digital de las entidades con relevante presencia del crimen, y el 75% de los escuchas son integrantes de la generación Z y millennials, entre los 18 y 40 años de edad. Esperar que un certamen modifique los gustos musicales es una ingenuidad.

Ante la aplastante realidad y la nula capacidad para encararla, no solo se inventan concursos sino se formulan atentas recomendaciones. Miguel Ángel Peláez, subsecretario de Gobierno del estado Morelos, del que es gobernadora la morenista Margarita González Saravia, está en contra de la censura de los narcocorridos, pero sugirió a los 36 alcaldes abstenerse de la contratación de grupos que incluyan ese repertorio “para disminuir la violencia en el estado”. A la fecha, siete entidades cuentan con disposiciones legales en contra de su ejecución en eventos públicos: Baja California, Chihuahua, Michoacán, Aguascalientes, Nayarit, Estado de México y Quintana Roo. Justo en el Estado de México, el cantante Luis R. Conríquez fue abucheado, su concierto reventado a sillazos y los instrumentos musicales destrozados por el público, dado que se opuso a interpretar los más célebres corridos tumbados de su repertorio.

Antes de que fuera designada candidata de Morena a la presidencia, Sheinbaum Pardo se reunió dos veces con la comunidad cultural, artística y académica. En ambas ocasiones dejó clara la función ideológica y programática que le otorgaba a la cultura, las artes y las humanidades. En la reunión del 22 de agosto de 2024, todavía como “coordinadora de la defensa de la Cuarta Transformación” (es decir en campaña fuera de los tiempos de campaña, práctica común de su organización política y que hoy condena), se explayó acerca de la Nueva Escuela Mexicana, las universidades Benito Juárez y las becas. Y remató:

[Es necesario también] que tengamos más humanistas, que tengamos más historiadores, que tengamos más poetas, que tengamos filósofos, filósofas que sigan escribiendo la historia de México y la profundidad de esta Cuarta Transformación de la vida pública.

No hay más ruta que la suya, como la de su antecesor, como la de ya sabemos qué regímenes.

Lo que sigue es que los jóvenes canten por la paz y contra las adicciones.

Mientras, seguirán acrecentándose las pilas de muertos, aumentará la lista de desaparecidos y las fosas clandestinas, y aparecerán más campos de exterminio. ~


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