El protagonista de Caravana para cuervos (Automática editorial, traducción de María Vútova) , primera novela de Eminé Sadk, es un profesor de geografía descontento y descreído: ha ganado un premio por un proyecto europeo para “renovar el contexto educativo”. En la cena de celebración, en el momento en que se espera que dé un discurso, se pone a vomitar. Eso le empuja a emprender un viaje por Bulgaria, hacia lugares que no salen en los mapas. Sus disparatadas aventuras se combinan con episodios oscuros de la historia del país, en su periplo se topa con personajes singulares, cómicos, peligrosos, y ¡hasta se enamora! Su autora responde por correo electrónico a algunas preguntas, con la traducción de María Vútova.
–Caravana para cuervos sigue a Todorov, el profesor de geografía que en su huida va a descubrir la Bulgaria que no está en los mapas. ¿De dónde sale la idea del personaje?
Todorov surge como una amenaza hacia mis amigos, nacidos en la década de los setenta, que se criaron en un ambiente libre, en una pequeña ciudad del Ludogorie, en la única franquicia en Bulgaria de Hard Rock Coffee, donde escuchábamos música hasta la madrugada.
Cuando me fui de Isperih recorrí algunas partes del mundo. Durante la pandemia, igual que mucha más gente, volví a mi ciudad natal y me di cuenta de que mis amigos estaban cansados de la realidad que los rodeaba, del no-ocurre-nada en esa pequeña ciudad, del no-ocurre-nada en nuestro país en general.
Hard Rock Coffee ya había cerrado, no había abierto ningún garito nuevo de cultura alternativa, y ellos habían perdido su nido. En general, su actitud hacia la vida era como si viviesen en una pérdida permanente, y eso que aparentemente lo tenían todo…
En varias ocasiones quise hacer algún viaje con ellos, pero las excusas por no salir de Isperih eran más que los argumentos para marcharnos.
Así que, para que mis amigos al final pudieran viajar, elegí a Todorov, un hombre de su edad y con sus angustias vitales que no solo salió de su ciudad natal sino que le ocurrieron cosas.
Pero en esta línea de pensamiento, la generación de los años 70 nacida en Bulgaria me interesa porque le tocó vivir una revolución que nunca tuvo lugar. Tras la caída del muro de Berlín aquellos veinteañeros estaban seguros de que en pocos años el mundo en Bulgaria cambiaría y que por fin ocurriría “algo”. Algo mejor, más humano, más solidario, más comprensivo. Pero esto nunca pasó. Al menos no tan rápido como lo demandaban las necesidades de su juventud.
–A través de la peripecia de Todorov, de sus aventuras, se cuenta una zona del país desconocida y olvidada y también se recupera la historia de la asimilación forzosa de los musulmanes. ¿Qué quería contar?
Para mí es importante que cada pequeño rincón del mundo sea narrado. Cada relato es una pieza del puzle que dejamos para el futuro. A mí las generaciones anteriores no me habían dejado ninguna pieza. Durante mucho tiempo busqué libros de ficción sobre el Ludogorie que mitificaran el lugar para que pudiera existir también en las bibliotecas. Un mundo en el que solo existen aquellos que alcanzan la mayor popularidad condena al resto al olvido y aísla a una enorme parte de la población. Y creo que la población del Ludogorie tiene mucho que contar de sí misma, de su pasado y de todas aquellas historias grandes y pequeñas que la han salvado y también destruido.
–Todorov, que pertenece al tipo literario de los resentidos, descubre su país y el amor, y es el amor el que le pone en un estado de clarividencia y alucinación, que en realidad quizá no estén tan alejados…
El amor de Todorov fue el esqueleto de la trama, parte de su épica personal por la que tenía que pasar. En el mismo orden de pensamientos, por este amor, Todorov debía ser desafiado, debía estar dispuesto a luchar por él. Y las alucinaciones y la clarividencia son el portal a través del cual el héroe cruza de un estado a otro. Fíjate que cuando está en el Renault Todorov viaja en una postura embrionaria…
–Hay otra trama que conecta con la historia política reciente de Bulgaria a través de Mila, las dos tramas van avanzando en paralelo, ¿qué tienen en común Mila y Todorov, qué les une?
En el libro Mila y Todorov están conectados a través de objetos del pasado que Mila “salva” de pueblos abandonados de Bulgaria. Pero lo que tienen en común es que ninguno de los dos conoce el país en el que vive y ambos se lanzan a buscarlo para encontrar los demás lugares y personajes del libro. Y a pesar de que Mila ha estado bajo los focos de los medios de comunicación, esa luz tampoco es lo que los personajes necesitan: sentirse parte del mundo o, una vez más, existir juntos.
–Aunque las capas más profundas de la novela abordan asuntos muy serios y poco divertidos, el humor es la herramienta fundamental, hay una predisposición de los personajes al disparate, ¿qué le interesa del humor?
Julien Green dijo: “Todo es posible cuando el lenguaje es adecuado”. El humor es mi posibilidad de contar estas historias, que en gran medida son trágicas.
–La novela transcurre en un tiempo presente reconocible por la aparición de algunos elementos, pero logra crear una atmósfera de atemporalidad, casi de tiempo mítico en el que todo es posible, en parte también porque la zona parece detenida en el tiempo. ¿Qué buscaba con eso?
La atemporalidad es el tiempo en el que he nacido. Realmente todo es posible cuando tienes tiempo para todo. La gente de mi región sigue viviendo como si no existiera ni el despertador ni el calendario. Es una resistencia hermosa, inconsciente y natural al mundo presente, que calcula sin cesar y sin descanso la carrera profesional, el futuro, las citas, los plazos finales, las relaciones, los me gusta, etc., hasta el infinito. Una vez le pregunté a mi IA: si todos nos parecemos tanto y, aun así, vivimos de formas tan diferentes, ¿cuál es el hilo conductor que nos une? Me respondió:
- Todos sois más cariñosos y tiernos de lo que os imagináis
- Todos estáis cansados
- Todos creéis que estáis solos
Esto era lo que pretendía conseguir con mi libro: mostrar que, más allá de los cálculos de la vida, el mundo aún es posible, y que existir juntos es lo mejor que nos puede pasar.
–A la vez, hay elementos pop, como la interpretación de “I wish you were here”. ¿Por qué Pink Floyd?
Cada país tiene la canción, el cantante o la banda de su revolución contemporánea. Por ejemplo, Sugar Man/Sixto Rodriguez, sin saberlo, formó parte de la voz de los movimientos contra el apartheid en Sudáfrica. Pink Floyd es una banda emblemática que mucha gente en Bulgaria relaciona con la libertad tal y como la imaginaban tras el 89. Hoy en día la música ya no tiene ese significado, pero durante mucho tiempo, especialmente en los países totalitarios, fue una parte esencial de la reivindicación de la identidad, sobre todo porque estaba prohibido escuchar grupos occidentales. En este sentido, Pink Floyd se convirtió en el ideal de la vida occidental alternativa que los jóvenes esperaban. Y en una banda que sonaba en los movimientos de protesta.
–Puede leerse también como una sátira política, tal vez la sátira sea el único modo de contar la política…
La política es un juego cruel con vidas humanas. Solo la historia personal puede narrar la inhumanidad de algunas decisiones políticas. Por eso es importante narrarlas.
–Una de las cosas que primero llama la atención es el sosias que vendría a enmendar el trabajo incompleto de su abuelo al cartografiar Bulgaria, ese recurso de mezclar la realidad con la ficción da una pista al lector de por dónde va a ir el libro. ¿En qué tradición se enmarca su novela? ¿Con qué otras novelas dialoga?
Me resulta difícil hablar de tradiciones en la literatura porque no me dedico a ella de forma académica. Sin embargo, pienso que, si de niña no hubiera leído a Daniil Jarms, jamás habría comprendido que con el lenguaje se puede lograr lo imposible. En aquel momento la literatura se convirtió para mí en magia. Abracadabra: creo mientras hablo.